LA DOBLE REPRESENTACIÓN DE LOS MÉDICOS

 

Dr. D. Juan Benedito Alberola

Presidente del SIMAP (Sindicato de Médicos de Asistencia Pública)

 

Publicado en el Médico, 28-11-03

 

 

 

 

Tradicionalmente la actividad médica había sido de tipo profesión liberal a similitud de otras profesiones como, por ejemplo, la abogacía. Pero la progresiva socialización  de la Medicina,  que comenzó con la acción protectora del Instituto Nacional de Previsión para los sectores más desfavorecidos de la población y ha terminado con la implantación de un moderno Sistema Nacional de Salud que comprende prácticamente a todos los ciudadanos, nos ha conducido a una salarización de nuestra actividad con un empresario preponderante que es la Administración Pública. 

 

Cuando solo éramos profesionales liberales estábamos organizados en los Colegios Oficiales de Médicos de afiliación obligatoria, como obligatoria era la pertenencia a la Mutualidad de Previsión Social  específica (nuestra querida antigua Previsión Sanitaria Nacional). De forma cada vez más democrática, a lo largo del tiempo, elegíamos a nuestros representantes. La participación en estos procesos electorales se situaba entre el 5 y el 10% del censo. Se elegían personas y  grupos de personas, siendo la opción elegida de una homogeneidad total, sin la posibilidad  de convivencia de grupos de presión organizados.  Desaparecida la obligatoriedad de afiliación a la antigua Previsión Sanitaria Nacional, hoy existen dos entidades aseguradoras de contratación voluntaria  que son la nueva Previsión Sanitaria Nacional (PSN), convertida en mutua de seguros, y la Agrupación Mutual Aseguradora (AMA). 

 

Cuando pasamos a profesionales salarizados, y ya en la etapa democrática, nuestra representación se institucionalizó globalmente, dentro del colectivo de todos los grupos profesionales de la sanidad, a través de las elecciones sindicales. La propuesta es, dentro de un censo global (los médicos, aproximadamente el 20%  de los trabajadores de sanidad, estamos incluidos en un censo del 100%), o grupos sindicales interestamentarios o grupos sindicales profesionales. Es evidente que la representación, ya difícil de obtener, cuando se obtiene resulta minoritaria y con escasa capacidad de maniobra. La participación en estos procesos se sitúa entre el 50% y el 60% del censo. La experiencia nos ha demostrado que nuestra problemática nunca es prioritaria entre los grupos interestamentarios y que en los grupos profesionales las coaliciones siempre han beneficiado a nuestros coaligados.

 

            La situación descrita nos ha conducido a situaciones no deseadas que han producido el desánimo entre los médicos y han tenido la triste consecuencia de que las instituciones que nos representan no sirven para nada.

 

            Los colegios profesionales han quedado reducidos a verdaderas organizaciones amarillas apagafuegos, que hacen lo indispensable para que no se diga que no hacen nada y lo necesario para que todo siga igual. Aparte de la penosísima imagen pública producida por la periódica aparición en los medios de comunicación de escándalos económicos relacionados con los mismos y sus estructuras paralelas.

 

            Los grupos sindicales actuales pactan sin ningún rubor una consolidación de la política antifacultativo. Una sanidad sin médicos. Unos pocos médicos instrumentan una medicina pública que camina lenta, pero inexorablemente hacia su sustitución por una medicina privada espúrea financiada por el Estado. Todos los gastos son asumibles, excepto aquellos a los que obliga la Unión Europea en materia  de personal facultativo (no se puede ejecutar la sentencia del Asunto Simap del Tribunal de Luxemburgo sobre la aplicación a los médicos de las Directivas Europeas de Salud Laboral porque no hay presupuesto, y sin embargo tanto las Directivas como el Tribunal insisten en que no pueden invocarse cuestiones económicas en su aplicación al tratarse de unas normas de mínimos que protegen la salud del trabajador y de la población que recibe sus servicios). Se pacta la existencia de médicos de segunda categoría bajo la reglamentación de unos nombramientos de facultativos para la prestación de servicios de atención continuada, que permite legalmente efectuar el trabajo nocturno con una retribución inferior en más del 50% a la del trabajo ordinario, sin la protección especial prevista para los trabajadores nocturnos, con la pretensión de proporcionarles una cobertura parcial de la Seguridad Social y creando una “eventualidad indefinida”.

 

            Ya no es tolerable mantener el viejo esquema de que la asistencia médica ininterrumpida se ha de basar en que el mismo médico trabaje ininterrumpidamente hasta 31 horas y con la periodicidad que la empresa desee. Osea que no se puede reproducir en la nueva normativa el viejo esquema de la guardia médica obligatoria a salario mínimo. Si no saben gestionar con otro esquema que sea respetuoso con los derechos humanos y laborales de los médicos tendrán que venir otras personas que lo sepan hacer.

 

            Un trasiego inefable de personas que van y vienen de colegios y sindicatos a administraciones, y viceversa, han caracterizado el talante de estas entidades, con este partido político gobernante, y con el anterior.

 

Sólo la paramedicina (la medicina que existe alrededor de la medicina asistencial) está satisfecha. Ni los médicos asistenciales ni los pacientes lo están. La precariedad en el empleo del colectivo médico y la masificación de las consultas se configuran como dos grandes problemas que no se abordan con seriedad.

 

            El desencanto ante el cambio también se percibió en el terreno de la Medicina Pública. Nadie se atreve a cuestionar el avance y consolidación del Sistema Nacional de Salud (SNS), pero ello se efectúa con un endurecimiento sin parangón de las condiciones laborales de los médicos (que ya eran una bolsa de esclavitud encubierta). Hasta 11 años de estudio y oposiciones cuesta poder  ejercer en la Medicina Pública con un trabajo sin límite y un sueldo de miseria. Se acompaña encima con un empeoramiento de las condiciones del ejercicio profesional (todavía se reivindica, y parece inalcanzable, un tiempo mínimo de 10 minutos de consulta por paciente). La aparición del síndrome de burnout en el médico que se dedica al SNS es el resultado, aparentemente programado, de todo este esquema.

 

Ante esta situación es necesario un replanteamiento de la cuestión y enfocar la doble representación de los médicos de forma novedosa. En primer lugar, la representación profesional de los médicos debe hacerse a través de los Colegios Oficiales de Médicos. El conjunto de los ciudadanos necesita que los médicos tengan una responsabilidad como conjunto y que exista un control de la actividad médica. Para la actividad profesional en el ámbito privado (tanto en el aspecto liberal individual como cuando se trata de un empresario privado) la adscripción obligatoria al Colegio Profesional parece indispensable. Pero cuando la actividad profesional se realiza únicamente en el sector público y el empresario es la Administración Pública no se puede establecer un peaje para poder ejercer la actividad médica y por ello no resulta procedente obligar a nadie a pertenecer a donde no quiere pertenecer y por otra parte el control de estos médicos ya lo efectúa la propia Administración Pública. Cabe reseñar que así lo entiende ésta, cuando sus Abogados no están obligados a Colegiarse para actuar en su actividad profesional pública mediante una normativa propia que así lo consagra. El argumento para pertenecer a los Colegios Profesionales debe ser “te convenceremos para que estés colegiado al demostrarte la gran utilidad de los Colegios”, y nunca “te obligaremos por Ley, lo desees o no”. El derecho constitucional a la libre asociación debe prevalecer sobre intereses en la sombra, de personas o de grupos de presión.

 

En segundo lugar, la representación laboral de los médicos debe hacerse a través de los Sindicatos y de las Elecciones Sindicales. Pero los médicos deben de tener su Colegio Electoral Propio dadas sus específicas características, al igual que ya está previsto en el Estatuto de los Trabajadores, que posibilita crear un nuevo colegio electoral cuando existe un grupo de trabajadores con características peculiares. Además debe posibilitarse que esta particular parte de la Junta de Personal, y posteriormente de las Mesas Sectoriales, tenga la posibilidad de decidir sobre los temas que les sean propios. Es significativo y clarificador que siendo el SIMAP el sindicato mayoritariamente votado por los médicos valencianos en las Elecciones Sindicales no tenga acceso directo a la Mesa Sectorial.

 

Además la idea de un sindicato único profesional, herencia de un pasado autoritario, con vocación de ocultar la realidad de un colectivo médico afortunadamente plural también se vería ya superada.

 

Persistir en la normativa actual,  pretender con contumacia conservarla y no atender las sugerencias de los grupos médicos de presión organizados al margen de las organizaciones autocomplacientes actuales hará que persista la conflictividad en el terreno de la actividad de los médicos.

 

Ahora que se trabaja con diferentes anteproyectos de futuras leyes es el momento de recoger sugerencias y de traspasarlas a la nueva normativa. Pretender que normas colegiales de los años 50 y que normas sindicales de los años 75 pervivan indefinidamente sin ser modificadas más que en aspectos anecdóticos es querer que nunca exista la paz social con el colectivo médico y que no podamos recuperar la esencia de nuestra profesión (la relación médico-enfermo favorable) solo posible si tanto médico como enfermo están a gusto en las coordenadas sociales de su momento temporal. Además, debe recogerse sin ambigüedad la normativa europea sobre tiempo de trabajo y descansos, que como reiteradamente indica el Tribunal de Luxemburgo no puede estar supeditada a condicionamientos económicos u organizativos (el argumento tristemente recordado por los médicos de las “necesidades de servicio”, utilizado como martillo de abusos incalificables).

 

Concluiremos reivindicando, primero, colegiación voluntaria para los médicos que trabajan únicamente en la Sanidad Pública y cuyo empresario es la Administración Sanitaria y, segundo, elecciones sindicales para los médicos dentro de un censo compuesto solo por médicos. Colegiación voluntaria y sindicalismo plural y de médicos.

 

Los representantes elegidos además de la legitimidad formal tendrán la legitimidad moral de ser la auténtica voz de sus compañeros por su origen en unas urnas no sesgadas y por la pluralidad de las opciones, todas ellas, de médicos.