DEVOLUCIÓN AL ESTADO DE LAS TRANSFERENCIAS SANITARIAS
 


Dr. Juan Benedito Alberola
Presidente del SIMAP (Sindicato de Médicos de Asistencia Pública)
Publicado en EL MUNDO-VALENCIA el 14 de agosto de 2011



La crisis económica actual ha sido la excusa para volver a sacar el tema de si la Sanidad (fundamentalmente la asistencia sanitaria y la prestación farmacéutica) y la Educación han de ser de competencia estatal o si por el contrario han de continuar siendo de competencia autonómica.

Dejando de un lado la polémica política que surge cuando nuestra Constitución Española de 1978 consagra un estado autonómico en detrimento de un estado centralista, circunstancia que periódicamente es puesta en la picota por algunos sectores políticos francamente reticentes a una descentralización de tipo autonómico, la polémica se centra en si es viable una gestión económica de las materias transferidas sanitarias y educativas.

Conocimos la gestión del Seguro Obligatorio de Enfermedad (S.O.E.) y su Instituto Nacional de Previsión (I.N.P.) Fueron los tiempos en los que el Dr. Vicente Peris Carpena desde los áticos de la Casa del Xavo, situada en la Avda. Marqués de Sotelo, junto a un pequeño grupo de personal administrativo dirigían la asistencia sanitaria de la provincia de Valencia. Posteriormente conocimos los tiempos en que esta asistencia sanitaria fue dirigida por el Sr. Rafael García de la Riva a través del Instituto Nacional de la Salud (INSALUD) desde el edificio situado en la Gran Vía Fernando el Católico. Finalmente surgen los tiempos de la Conselleria de Sanidad dirigida por el profesor Joaquín Colomer y las transferencias en Sanidad a la autonomía valenciana en el año 1988, basadas en los principios de la Ley General de Sanidad de 1986. No cabe duda de que en la actualidad la asistencia sanitaria a los valencianos es esencialmente mucho mejor que la de épocas pretéritas.

Devolver las transferencias desde la Conselleria de Sanidad al Ministerio de Sanidad en materia de asistencia sanitaria, y de las prestaciones farmacológicas que ello conlleva, no puede ser defendible si pensamos en una vuelta al INSALUD o al periclitado I.N.P.

La asistencia sanitaria con la calidad actual y con los principios de un Sistema Nacional de Salud debe de continuar siendo una competencia autonómica. Enumeramos a continuación unas consideraciones que avalen esta tesis. La primera de ellas es la ya típica y tópica, pero real, de que el diseño de la gestión es mucho mejor cuanto más cercano al ciudadano sea el centro de la toma de decisiones. Como ejemplo podemos decir que para instaurar una atención urgente a la patología coronaria de los pacientes valencianos es mucho mejor que el diseño se efectúe desde Valencia que no se tenga que esperar la firma de un alto funcionario del Ministerio en Madrid. La segunda de ellas resulta que la eficacia y la eficiencia de la gestión de la asistencia sanitaria puede ser realizada mucho mejor para un colectivo de ciudadanos de alrededor de los cinco millones dentro de un territorio más reducido de unos doscientos cincuenta kilómetros, que casi resulta un espacio territorial y humano ideal para la gestión.

La actual casi bancarrota de la asistencia sanitaria valenciana no puede ser motivo de argumento de devolución de las transferencias. El motivo radica en que si hay un déficit económico muy grande es por una gestión no adecuada, sin que podamos admitir la tesis de que la culpa de todo es que el Estado no aporta lo suficiente ni subvenciona la gestión defectuosa.

Aportemos algunos datos del citado déficit y alguna propuesta positiva sobre cómo evitarlo. Un dato es la evidente hipertrofia del aparato burocrático de la Conselleria de Sanidad. Salvando las distancias de que no es lo mismo atender a un porcentaje reducido de la población socioeconómicamente de las clases más desfavorecidas que proporcionar los servicios de un Sistema Nacional de Salud con su universalidad, accesibilidad y equidad, podemos decir que las decenas de funcionarios del I.N.P. a los miles de funcionarios de la Conselleria el desfase no admite justificación. Esta hipertrofia de los Servicios Centrales se sigue de la hipertrofia de las Direcciones Territoriales de Alicante, Valencia y Castellón y se continúa con la proliferación de cargos directivos en la Asistencia Especializada y en la Asistencia Primaria. Ninguna empresa privada podría soportar tal carga burocrática gestora.

Otro dato es la insostenibilidad del diseño de la prestación farmacéutica. No queremos remontarnos a tiempos tan antiguos como los del Petitorio de farmacia del Seguro Obligatorio de Enfermedad, pero un diseño de prestación farmacéutica como el vigente que arranca consolidado desde el primer gobierno socialista del Sr. González no es útil. Los ciudadanos deben saber que con sus impuestos deben recibir unas prestaciones, pero estas prestaciones no pueden ser ilimitadas. En estos momentos la prestación farmacéutica representa un gasto del 30% sobre el 40% del presupuesto de la Generalitat Valenciana. Como hablamos porcentualmente quizá no asumamos la cantidad de dinero que esto representa. En la actualidad ya existe copago farmacéutico, en el Régimen General de la Seguridad Social (RGSS) el ciudadano paga el 40% y en el Régimen de Clases Pasivas el 30%, pero mientras en el RGSS al pasar a pensionista la gratuidad es absoluta en el otro régimen citado el ciudadano continúa abonando el 30%. Surgen algunas preguntas: ¿Los pensionistas de clases pasivas tienen peor asistencia sanitaria por ello? ¿El gasto farmacológico de un pensionista de clases pasivas es similar al gasto farmacológico de un pensionista del régimen de la Seguridad Social? ¿En países como Alemania, Francia o Italia el Estado asume la totalidad del pago farmacológico de gran parte de sus pensionistas? ¿Un ciudadano europeo tiene la misma cobertura farmacológica a cargo del Estado que un ciudadano español?.

Un tercer dato es el catálogo de prestaciones sanitarias de la Seguridad Social. Posiblemente debamos mantener las mismas, pero hemos de saber que son claramente superiores a las de los países de la Unión Europea y no digamos a las de los ciudadanos de países extracomunitarios. Los ciudadanos extranjeros que nos llegan se muestran muy sorprendidos con la excelencia de las prestaciones sanitarias asistenciales y farmacológicas que proporciona nuestro Sistema Nacional de Salud, reconociendo que están a mucha distancia de las que obtienen en sus países de origen.

Como conclusión por concepción política y por viabilidad de gestión socioeconómica hemos de conservar las transferencias en materia de sanidad que nos ha posibilitado el Estado de las Autonomías diseñado por la Constitución Española, pero hagámoslo con una buena gestión. Y únicamente dado que sólo hay un factor incontrolable que es el de la factura farmacéutica devolvamos al Ministerio de Sanidad la gestión del gasto farmacéutico (lo cual daría alguna razón de ser a este Ministerio, que en la actualidad prácticamente sólo gestiona la formación de médicos especialistas) y que a nivel estatal se efectúe un pacto de estado que haga sostenible dicho gasto.

La crítica de que los ciudadanos españoles pueden tener alguna diferencia en la asistencia sanitaria según la Comunidad Autónoma en la que residan es fácilmente subsanable con la promulgación de las normativas básicas estatales adecuadas. No es cierto que existan 17 Sistemas Nacionales de Salud diferentes, existe un único Sistema de Salud que puede y debe ser armonizado con la normativa adecuada básica.