LOS MÉDICOS SIEMPRE PERDEMOS
Dr. D. Juan Benedito Alberola
Presidente del SIMAP (Sindicato de Médicos de Asistencia Pública)
Valencia, 9 de marzo de 2005
Hace diez meses se produjo un relevo en los altos cargos del Ministerio de Sanidad. La Ministra y su equipo de colaboradores (entre ellos los responsables de la Dirección General de Recursos Humanos) han dejado su puesto, siendo irrelevante el partido político al que están vinculados para la opinión que se manifiesta en este artículo. Permanecen, sin embargo, gran contingente de altos funcionarios y asesores jurídicos que llevan incluso desde tiempos preconstitucionales en el ministerio y cuya actuación resulta muchas veces determinante en las actuaciones ministeriales.
La Ministra, médica, pero sin práctica asistencial relevante, ha presentado en su despedida una memoria de gestión autocalificada de brillante. Organizaciones de todo tipo, incluida la Organización Médica Colegial, tampoco han dudado en todo tipo de loas e incluso de forma gremial la han recordado como una excelente compañera médico.
No he leído sin embargo crítica alguna. Por ello me veo forzado a intervenir para exponer las razones por las que el SIMAP (Sindicato de Médicos de Asistencia Pública) no los recordará como un buen equipo ministerial.
La primera de ellas, y con ella tal vez bastaría, es su incapacidad para resolver el problema del incremento del gasto farmacéutico de la Sanidad Pública –que supone la cuarta parte de su presupuesto-. Ninguna de las medidas tomadas ha impedido que el incremento anual del citado gasto ronde ya el 12% (casi el doble del incremento porcentual de cuando cogió las riendas del Ministerio). El asunto es de tal magnitud que hace peligrar la supervivencia de un Sistema Nacional de Salud (SNS) tal como actualmente está concebido. Incluso se podría proponer como solución la creación de un Ministerio del Gasto Farmacéutico independiente del de Sanidad como iniciativa para que pueda sobrevivir el SNS. Este nuevo Ministerio tendría un presupuesto superior a muchos de los actuales ministerios.
La segunda es haber acuñado que es imposible evitar la masificación asistencial, las listas de espera y el disconfort en la Sanidad Pública, con el consiguiente efecto de intentar potenciar la sanidad privada para que ésta pueda ofrecer un nivel de hostelería superior, ya que en ciencia no puede competir. Privatizaciones mas o menos encubiertas han quebrado el principio de que en sanidad no deben haber beneficios, una conquista social irrenunciable en nuestros tiempos, y en el hipotético caso de que existieran deberían revertir en la mejora del mismo. Se han efectuado privatizaciones como las de varias áreas de salud de la Comunidad Valenciana, que afectan tanto a la asistencia primaria como a la especializada, pero eso sí de forma rotunda ya se ha excluido del concierto administrativo el gasto farmacéutico (es decir, el factor que hasta el momento ha resultado incontrolable), que lo asumirá la administración pública.
La tercera es haber elevado a categoría de Ley un Estatuto Marco de la Sanidad que no solo no resuelve ninguno de los problemas del estamento médico sino que las escasas garantías del antiguo Estatuto han desaparecido. No se citan ni una sola vez en esta Ley ni la palabra medicina ni la palabra médico. Se consagra un estatus complementario para el médico que es una patente de corso para la Administración y en esencia nos remite a una situación laboral para los médicos similar a la de mediados del siglo XIX durante la revolución industrial inglesa.
La cuarta es haber mantenido la situación de desencanto de los médicos, profundizando en las causas que provocan su desmotivación y haber provocado la aparición del Síndrome del Burnout. Reivindicaciones tan elementales como la de la “Plataforma diez minutos” han sido totalmente ignoradas. Se han sugerido intenciones de reformar en profundidad lo que ha marcado el inicio del prestigio de la medicina española a nivel internacional, como es el sistema MIR (prueba de acceso y periodo de formación). Es, desde luego, un gran reto mejorar lo excelente. Pero existe el riesgo de que la supuesta mejora acabe introduciendo parámetros de subjetividad y nepotismo ahora inexistentes.
La quinta sería el mantenimiento consciente de la discriminación de la Mujer Médico, situación especialmente grave dada la imparable feminización de la profesión que puede conducirnos en tiempo relativamente corto a un porcentaje de mujeres médicos superior al de hombres médicos. La Ley del Estatuto establece para la Mujer Médico una jornada obligatoria de 48 horas a la semana, que según unos representan 2304 horas anuales y según otros 2704 horas, es decir, 329 ó 386 jornadas de 7 horas agrupadas, a veces, en series de 24 ó 31 horas. Nadie puede asumir que tal dedicación al trabajo pueda permitir la conciliación de la vida familiar y laboral de las mujeres médicos. Esta circunstancia todavía empeora durante el periodo de formación MIR de la Mujer Médico donde se fomenta veladamente la cultura de la inconveniencia de decidir libremente sobre la programación del número de hijos a tener.
La sexta ha sido no tener la valentía suficiente para entrar en el núcleo de los puntos conflictivos de la medicina española, como pueden ser el debate sobre la colegiación obligatoria que incide directamente sobre el derecho constitucional de libre asociación o la reforma de la representación sindical de los médicos evitando su subordinación a los otros estamentos de la sanidad.
Y una séptima sería mantener la incertidumbre en la Ley del Estatuto Marco de si la vía de acceso a la justicia por parte de los médicos continúa siendo la social o si por el contrario deberá ser la contencioso-administrativa (circunstancia esta puesta de manifiesto en los medios de comunicación por D. Luis Gil Suárez, presidente de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo, previamente a la promulgación legislativa y no tenida en cuenta). Esta circunstancia por ella misma es suficiente para suspender a los redactores de la citada ley.
Concluiremos diciendo que otro equipo ministerial ha pasado y, como siempre, los médicos hemos perdido. Así ha sido desde siempre, y todavía más desde que se programó una Sanidad sin Medicina. ¿Cambiarán los programas y los métodos con el nuevo equipo ministerial o tendremos un segundo desencanto? Parece que caminamos hacia este segundo desencanto, pues por poner un ejemplo la única iniciativa con respecto a los médicos ha sido elaborar un borrador sobre la regulación de la relación laboral de carácter especial de residencia (lo que equivaldría a un Estatuto del Médico Residente) que pretende rebajar los derechos reconocidos por el Estatuto de los Trabajadores y las leyes que regulan la Conciliación de la Vida Familiar y Laboral (en concreto se cita que las médicos madres MIR renuncien a los derechos ya reconocidos, o incluso tal vez que por ley especial se les exceptúe de lo que ya ha sido reconocido al resto de madres españolas).