Levante 20 abril de 2012
En la Comunidad Valenciana la austeridad en sanidad comenzó hace ya tiempo y lo
hizo por el peor sitio posible: recortando el empleo del personal médico.
Fíjense que no digo el sueldo, que por cierto también fue recortado, sino el
empleo.
¿Cómo? Disminuyendo las contrataciones de los médicos no fijos que resultan
imprescindibles en el buen funcionamiento de la sanidad.
¿Por qué es grave esto? Por que son los que cubren las ausencias de los médicos
digamos de plantilla: cuando salen de una guardia después de trabajar 24 horas
seguidas, cuando están enfermos, cuando se van de vacaciones cuando han de
reforzarse los servicios por ejemplo en la fiestas de los pueblos, en los
municipios de playa en verano, cuando la población aumenta...
La Conselleria mantiene que esto no afecta a la calidad de la asistencia pero
les aseguro que eso no es cierto y les pondré unos ejemplos claros.
Los SAMU son unidades especializadas en atención de emergencia y entre su
personal deben contar con un médico experto en ese tipo de atención. Pues hoy en
día es relativamente frecuente que hagan la asistencia sin médico y no porque no
haya médicos que puedan hacer esa tarea sino porque no se les contrata. ¿Lo
sabían? Llega una unidad con material adecuado pero sin el recurso principal: el
médico, único capaz de decidir los tratamientos a seguir. Si el SAMU acude a la
llamada de un centro de salud es posible que las autoridades sanitarias obliguen
al médico de ese centro a subirse a la ambulancia para atender el traslado. Pero
el médico no está adiestrado para ese trabajo, no conoce tan siquiera el
equipamiento de la ambulancia: como si a un traumatólogo le obligaran a operar
un corazón o unas cataratas. Pero es que además el médico al irse deja sin
atención el centro en el que estaba. Dejará de atender a los pacientes que allí
estuvieran y, si se produjera una urgencia, la persona que la necesitara estaría
totalmente desprotegida.
Imaginen ahora su centro de salud. Su médico habitual acaba de realizar un
trabajo de 24 horas seguidas y se va a descansar porque seguir trabajando
pondría en peligro su salud y seguramente la de sus pacientes. Pero no le
sustituyen. El médico de otra consulta, si hay otra consulta, se verá obligado a
ver a los pacientes de dos médicos. Si ya van con el tiempo escaso ahora aún
verán más reducidos los escasos minutos a dedicar a cada paciente.
Imagínese además que viva en un pueblo. Si el que libra es su médico y no le
sustituyen ¿qué podrá hacer? ¿Ir al pueblo de al lado? ¿Llamar al médico de otro
pueblo si tiene una urgencia? Y ¿qué hará el médico? ¿Desplazarse dejando sin
atender la población que tenía asignada?
Reduciendo el personal médico no es que no se afecte la calidad de la asistencia
sanitaria es que directamente se pone en peligro la salud de muchas personas.
Los que toman las decisiones lo saben pero hemos de ser todos conscientes de la
situación: saber a que atenernos y qué exigir a nuestros gobernantes.
Cuando estas acciones vayan generando consecuencias alguien debería
responsabilizarse de ellas o mejor dicho alguien debería exigirles la
responsabilidad.
Coincido en que siempre es posible hacer más eficiente un sistema y que aunque
nuestra sanidad es una de las más baratas en gasto, en relación a su calidad,
siempre será posible reducir costes: no olvidemos que somos el segundo país del
mundo en consumo de medicamentos y que quizás nuestra cartera de servicios sea
excesivamente ambiciosa.
Pero si recortamos en los empleos todo lo demás será ya secundario. Y los daños
que se produzcan serán difícilmente reparables.
Todos deberíamos reflexionar sobre si es esto lo que realmente queremos.
Carlos López Piñol