Piedras en los zapatos del médico
 

Blas Bernácer Alpera
Levante EMV 28.04.2014


Llenar la consulta médica con muebles polvorientos para que no se pueda mirar al paciente. Introducir burbujas en el cerebro del médico para que no consiga pensar. Llenarle los zapatos con piedras para que no pueda dar un paso. Si realmente el objetivo de la Conselleria de Sanitat fuera cuidar la salud y curar la enfermedad, no haría eso. Como si a un bombero se le atara al camión bomba y no pudiera acercarse al núcleo de las llamas.

Embutir la consulta en un programa informático farragoso y con unos algoritmos enmarañados con el objetivo de fiscalizar el gasto, no parece una idea muy inteligente a corto ni a largo plazo.
Están preocupados por el gasto. Si tuvieran dinero estarían menos preocupados. Lo demostraron en las épocas de bonanza. Para comprobarlo sólo hace falta que se paseen por el nuevo hospital La Fe, con sus mármoles, sus maderas nobles, sus espacios de mausoleo, sus nuevos silencios. Cualquier faraón hubiera disfrutado con la contemplación de la monumental obra y la hubiera considerado como una perfecta morada para su último tránsito hacia el infinito.

En medio de calles urbanas, un edificio de la Conselleria de Sanitat está lleno de mentes pensantes. Diseñan, bosquejan, abren archivos en sus ordenadores.
Tras el café y el bocadillo de las once, vuelven a subir escaleras y ascensores, un día tras otro. También observan furtivamente a los asesores, a los dirigentes nombrados por los que más deben saber, los experimentados con mayúsculas, los auténticos servidores del ciudadano. Los observan y fruncen los labios hacia abajo con una leve protrusión. Y siguen con los expedientes, archivos y boletines.

Mientras tanto, en centenares de centros dispersos entre manzanas de edificios, campos resecos, polígonos vacíos y esquinas llenas de colillas, miles de profesionales intentan terminar el día cargando con el absurdo. El absurdo de la piedra constante en el zapato, de las burbujas en el interior del cerebro, de la consulta atestada de muebles inservibles. No se dan cuenta de la deriva. No escuchan el murmullo desolador. No captan el sudor de la neurona al final de la jornada.
Por favor, salgan de su edificio. Dejen los coches oficiales y abandonen a los asesores en cualquier bar. Entren en las consultas. Sorteen los muebles almacenados. Arrastren el polvo. Vean el gesto de los pacientes. Contemplen el rostro de los médicos. Y prueben, por una vez, a escuchar y a mejorar las cosas.